jueves, 12 de julio de 2012

8 días


Entre cipreses altos y fríos, azules por la noche y la tenue luna, en el asfalto congelado, se derraman las ganas y las fuerzas. Serpentean calle abajo, pegándose a los bordes, fluyendo lacias por las rejillas de los desagües. Caminas como perdido, pues estás perdido. Nunca se está tan perdido como cuando se tiene un objetivo pero no un rumbo. Cuando se tiene una tarea, pero no voluntad. Ni nunca se está tan solo como cuando se está rodeado de gente, pero quien buscas no está ahí.

Vuelves a tu celda. Que puede ser un palacio, pero es tu celda. Y se empieza a inundar… De recuerdos, de decepciones, de cosas que no hiciste, de cosas que no harás. El agua llega hasta el cuello, y notas como su gélida mano aprieta, estrangula, te corta la respiración, pero no te arden los pulmones. Te arden los ojos. Se derraman.

Despiertas de la inconsciencia. El plomo ha escapado del pecho, pero te ha dejado exhausto. Ahora está en tus venas, todo el cuerpo pesa. Y con esta sensación, encaras un largo día. Un largo día solo.